El EVANGELIO DE LA CORRUPCIÓN

 No podía atreverme a escribir un ensayo con un título que puede ser polémico y con un contenido sujeto a mucho que discutir sin antes recabar los hechos que me llevan finalmente a concluir que el cristianismo evangélico en nuestros días está promoviendo la corrupción del ciudadano. 


Mi última aventura por los cultos religiosos pasó por la iglesia evangélica. Aprendí mucho, ya que antes de esto, pase de ser un crítico dogmático plantado en su cultura familiar, a conocer el mundo y a tratar de entenderlo gracias a que mi espíritu crítico natural pudo más que mi pasividad. En la iglesia evangelista aprendí a orar de forma personal, a comprender que es una evidente salida para la pobredumbre de desconocer el espíritu humano, y que sus miembros promueven un tipo de bienestar comunitario muy próspero para el individuo. El pastor, ahora apóstol, que tuve oportunidad de escuchar y que incluso me caso con mi compañera de vida, era un hombre que, además de estudiar la Biblia y de usarla como fuente de sabiduría, incluía en su prédica aspectos fundamentales para el desarrollo de la salud mental a los miembros de su iglesia. Por fortuna, a mi entender, tenía para mi un arsenal académico para comprender el fenómeno que se presentaba ante mi experiencia. Comprendí, a diferencia de lo que mi pensamiento a priori tenía por cierto, que esta iglesia en particular brindaba una muy elegante fórmula para fortalecer el espíritu de sus feligreses, que definitivamente nos hace falta a todo el mundo, pero que nuestra propia cultura nos impide ver. Comprendí así, las fundamentales bases de lo que hace que las iglesias evangelistas y similares, progresen y sean exitosas tanto en su crecimiento poblacional así como financiero. 


De la misma manera mi experiencia no terminó ahí, sino que ví, en primera persona y como miembro bautizado la palabra de varios líderes en Santa Cruz, mi actual ciudad de residencia, donde además de encontrar similitudes en el discurso de estos líderes, también encontré alternativos, entre ellos, el evangelio de la prosperidad económica. De forma resumida consiste en una suerte de segmentos programados, el diezmo se pide en más de una ocasión y se resalta la necesidad de contar con este para cubrir los gastos que se requieren para adquirir y contruir iglesias (infraestructurales te hablando) más grandes. el diezmo, en términos retóricos, se devuelve a los verdaderos hijos de Dios y se les multiplica, se consolida finalmente con versículos extraídos de las mismas palabras de Jesús en los evangelios y los libros apostólicos. Es decir, también se refuerza la idea (lavado de cerebro) de que el cristiano evangélico es y debe ser próspero económicamente. No tengo nada contra la riqueza y los ricos y prósperos, y creo que esto realmente impulsa a los feligreses a asumir riesgos que no todo el mundo asume lo que también los conduce,-no a todos- a emprender y a consolida negocios y éxito financiero como el capitalismo y sus leyes mandan.( Ojo que sus leyes incluyen que sobrevive el que mejor administra sus recursos, así que no todos sobreviven).


Hasta aquí, considero, que la iglesia evangélica tiene grandes aportes al espíritu humano y que realmente tiene el poder de hacer de sus miembros gente de bien tal cual suele mandar el nuevo testamento, que también he estudiado. Sin embargo, cuando de prosperidad y riqueza se habla es inevitable entrar en aspectos cada vez más lejanos al espíritu humano y a su desarrollo ya que estos involucran inevitablemente características políticas, es decir, la capacidad de guiar y dirigir a otros a través de una idea que parte de una jerarquía material o socialmente impuesta. Y aquí es donde considero que ha surgido este Evangelio de la corrupción que parte de varias premisas que los pastores y feligreses se repiten en sus respectivas congregaciones para luego, con seguridad, repetirse cuando van a transgredir lo que ellos llaman -las leyes de los hombres-.


Las premisas en cuestión son las siguientes: "todo lo puedo en Cristo", "el señor es mi pastor nada me faltará", "si Dios está conmigo, quién contra mi", "todo es por gracia", etc. Si hasta este lugar de la lectura, he guiado la comprensión del título de mi ensayo correctamente, se podrá comprender con claridad que un funcionario público o privado, o un aspirante a algún puesto de trabajo a una licitación, o emprender en un negocio ilícito, con la moral que se impone bajo el evangelio de la prosperidad y las premisas que permiten al feligrés hacer caso omiso de las leyes y ética de los hombres y confiar en lo que se repiten en la congregación es lo correcto se allana en un camino sinvuelta a lo que los entendemos como corrupción. Porque así como puedo todo en Cristo, me repito eso mismo en el momento que estoy saltando códigos y reglamentos para acceder a un puesto de trabajo. Porque si Dios está conmigo quién contra mi cuando solicite traficar con influencias para favorecer a un conocido o no importa mi currículum no el de nadie si llego a un puesto por gracia. 


Para terminar este corto ensayo, solo debo agregar que lo vivido es lastimosamente lo que me ha enseñado que ni la religión basta para que algunas personas sean dignas de respeto. Y que lo correcto no está asociado a ninguna religión sino a una comprensión personal y reflexionada de lo que es mejor para todos y para uno mismo al mismo tiempo, que el bien en esta tierra debe estar representado por la justicia y está a su vez por las leyes que la representan, eso es lo que distingue al hombre del resto de los animales y si no se hace y comprende esta premisa que es preferimos la ley de la selva y que ahí debemos volver. Las iglesias necesitan ser claras en los alcances éticos de sus preceptos y principios sin aquello su propósito y la interpretación que cada feligrés puede darle a sus principios para prosperar y convivir también pueden llevarlos a su autodestrucción

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